Itinerarios educativos
Descubre los rincones y las aristas
Los lugares habitados por los grupos humanos se modifican en mayor o menor medida. Cada cultura crea espacios propios para vivir que la caracterizan. En este apartado descubriremos con los sentidos (vista, olfato y oído) cómo fueron esos lugares. Nos situamos en el lugar de las personas para aproximarnos a su manera de vivir.
Los espacios
La historia ha privilegiado los discursos de los poderosos y de los ganadores ya que los textos escritos son la principal herramienta de investigación. Sin embargo, una aproximación al pasado a través de los restos materiales ofrece evidencias de espacios de vida y de muerte, de objetos y de técnicas de toda la población. En las tumbas comprobamos qué se considera importante para cada persona.
Los sonidos
Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades (4.000 millones de habitantes). En ellas hay sonidos característicos de las actividades humanas: de los desplazamientos, del trabajo, de la música. En los entornos rurales, podemos escuchar más fácilmente los sonidos de los animales, del agua, del viento… Conocer los sonidos que percibimos es vital para nuestra supervivencia y también somos capaces de crear sonidos para comunicarnos y transmitir nuestras emociones.
¿Cuáles serían los sonidos en una cueva en el paleolítico, en un poblado neolítico o en un templo tartésico?
“Ningún ruido puede impedir al sabio estudiar Así me muera, si el silencio es tan necesario como parece al hombre retirado con sus estudios. Veme aquí envuelto de un griterío abigarrado: habito encima de unos baños. Figúrate entonces todas las clases de gritos que pueden repugnar a los oídos: cuando los atletas más fuertes hacen ejercicios bracean con las manos cargadas de plomo, cuando se fatigan o hacen el fatigado, oigo gemidos; cada vez que expulsan el aliento contenido, oigo silbidos y respiraciones atormentadas; cuando me encuentro con un chico perezoso que se limita a untar a la plebe, siento los golpes de la mano encima de las espaldas, que hace un ruido diferente, según que pegue la palma o con el hueco de la misma. Y si se añade un jugador de pelota y se pone a contar los puntos, ya la has fastidiado. Añádele aún el busca-razones, y el ladrón sorprendido en el delito, y el cantador que encuentra que su voz dentro del baño es mejor; añádele aquellos que saltan a la piscina con gran estruendo de agua removida Fuera de estos, los cuales, por lo menos, sacan la voz natural, figúrate el depilador, que hace con frecuencia una voz delgada y estridente, para hacerse notar, y que no calla nunca, excepto cuando depila unos sobacos, y en lugar de él, llama a otro; figúrate aún el pastelero, y el salchichero, el confitero, y todos los proveedores de tabernas que venden mercancías con su cantinela característica.”
Carta 56 de Séneca a Lucilio.
Los olores
Acostumbramos a lavarnos frecuentemente y a perfumarnos, a veces tanto que el olfato ya no es para nosotros un sentido prioritario. Quedan algunos olores que nos sirven para identificar el peligro, como la comida quemada o el olor a gas. Cada espacio natural y humano se llena de olores. El fuego en las cueva paleolíticas y en las casas del neolítico impregnaba a sus habitantes de un olor a humo característico. Posteriormente, la humedad de la arcilla, el esparto tejido o la curtición de las pieles de animales se unen a la cocción de alimentos y en los espacios urbanos a las tiendas de carne y pescado, o los baños.
Explora la exposición para identificar esos espacios y los elementos que darían un olor particular.